28 de junio de 2012

PERICO VIDAL HABLA DE BELMONTE


Encontramos un bonito texto de Perico Vidal del cual incluimos una parte :


En Sevilla participé en La mujer y el pelele, de Julien Duvivier, aquella historia que mil años más tarde Buñuel adaptó como Ese oscuro objeto de deseo. La protagonista de La mujer y el pelele era la Bardot, tan despampanante como la Taylor o más, con la que yo ya había trabajado poco antes en Y Dios creó a la mujer, donde, por cierto, conocí a Roger Vadim, del que me hice muy amigo y que con los años sería mi padrino de boda en Las Vegas: él fue mi best man y Jane Fonda fue la testigo de mi mujer, Susan Diederich. Ya te contaré todo eso en su momento. En el rodaje de Duvivier había un cabrón que estaba tratando a uno de los figurantes, un niño gitano, como si fuera un perro, peor que a un perro, y el tipo estaba a punto de sacudirle una bofetada al crío cuando le agarré por el brazo y le dije que como le tocara un pelo le arrancaba los huevos. En el set estaba, muy cerca pero sin atreverse a intervenir, el padre del chaval, que se me acercó luego y me dijo “Gracias. Muchas gracias. Nos gustaría compensarle por eso”, y dos noches más tarde me montaron una de las fiestas gitanas más bonitas en las que he estado nunca, con música y baile y potaje hasta que se hizo de día. En aquel rodaje, por cierto, también tuve el honor de conocer al gran Belmonte, porque muchas secuencias se rodaron en su finca de Utrera.
Juan Belmonte, una auténtica leyenda viva, llevaba mil años retirado. Era chaparro y patizambo, pero cuando montaba a caballo todavía tenía una apostura impresionante y conservaba su afilado sentido del humor, muy serio y muy seco, a lo Buster Keaton, como cuando dijo lo del banderillero. ¿No sabes tú esa? Un antiguo miembro de su cuadrilla había llegado entonces a gobernador civil, y eso a todo el mundo le parecía una hazaña increíble, y alguien le preguntó a Belmonte: "Maestro ¿usted se explica como puede haber pasado una cosa así?" y Belmonte respondió: "De-de-degenerando, hijo, de-degenerando”.
Una tarde estábamos en una tienta y yo estaba a su lado, y con la inconsciencia de la juventud me puse muy latoso, venga a insistirle en que a ver si se animaba y daba una media verónica, sus famosas medias verónicas, y él, en vez de mandarme a la mierda, que era lo que merecía, se me quitó de encima diciendo “No-no-no-es-es-toy con tipo”, con aquella tartajez que tenía, y se quedó en silencio.
Y al cabo de un rato, uno de maquillaje, viendo unos sementales de siete años que había detrás de un cercado, le dijo, para romper el silencio con una broma:
“¿Y si ahora se escaparan esos toros, maestro, qué haríamos?”
“Su-su-subir a los árboles”
Los árboles eran unos chopos pelados, sin una mala rama.
“Eso es imposible, maestro”, le dijo.
Y contesta Belmonte: “Si-si-sin toros, sí”.

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